¿Tuvo o no tuvo influencia en España el mayo del sesenta y ocho parisino? ¿Y la oposición a la guerra del Vietnam? Supongo que habrá respuestas para todos los gustos. Planteo la pregunta porque a mí me pillaron dichos acontecimientos en plena adolescencia, sin haber cumplido siquiera los dieciséis. Me atrevería a afirmar que en aquella época nos producían mayor impacto los asesinatos de Robert Kennedy y de Martin Luther King, coetáneos con el citado movimiento estudiantil parisino. En aquellos tiempos a Robert Kennedy, al igual que años antes a su hermano John, la prensa de la época los presentaba como los buenos de la película; y con respecto a Luther King creo que había en mi entorno, y en la sociedad en su conjunto, un sentir generalizado contrario al racismo, así como una constatación de que en los Estados Unidos, o al menos en parte de dicho país, el racismo estaba vigente al igual que lo estuvo en el siglo anterior.
Cuento esto porque la época en que ocurrieron estos hechos era la primera en la cual empezaba yo a sentir interés por los acontecimientos a escala mundial con un cierto criterio propio, a pesar de que ya desde muy pequeño fui un conspicuo aficionado a la geografía, sea física o humana, y consecuentemente tenía una información bastante pormenorizada de los diversos países del mundo y de su situación política, gracias entre otras cosas a tener la costumbre de leer la sección internacional de la prensa diaria.
Reconozco que lo de mayo del sesenta y ocho me pasó bastante de refilón, porque la prensa de la época lo presentaba como una simple algarada de estudiantes que habían salido a la calle para dejarla hecha unos zorros, inspirados por unos sujetos como Cohn Bendit y Rudy Dutschke a los que presentaban como el no va más de la subversión. Pero ni entendía las causas del conflicto, ni de las reivindicaciones de los estudiantes, y mucho menos lo que supuso de cambio para la sociedad europea de épocas posteriores.
Rudi Dutschke y Daniel Cohn-Bendit
Lo de la guerra del Vietnam era diferente: a pesar de no tener yo una idea clara sobre con qué bando había que simpatizar, el que una parte importante de la juventud norteamericana así como famosas figuras mediáticas se opusieran de forma radical a la guerra y a tomar parte en ella, como por ejemplo el boxeador Mohamed Ali, no podía dejar de llamarme la atención. Sabíamos que la obligatoriedad de ir a combatir a Vietnam tenía bastante que ver con el racismo, pero también con una filosofía de la vida que abogaba por lo que, de forma esquemática, y en lo concerniente a la juventud, podría definirse como “derecho de cada uno a vivir a su aire”, es decir, al margen de imposiciones, prohibiciones, convencionalismos, tópicos, tabúes y lo que se quiera añadir. Era más o menos o que preconizaba el movimiento hippie, y esas ideas a algunas personas jóvenes, como por ejemplo a mí, me seducían bastante.
También ocurría, al menos en mi entorno, que la influencia cultural de lo anglosajón en lo concerniente a la música era ya mucho más fuerte que la francesa, no solo por la mayor penetración del mercado procedente de dichos países sino también por la presencia de figuras como Bob Dylan o Joan Báez, auténticos iconos de una época y de una forma de entender la vida.
El interés que despertaba esto en las personas más cercanas a mi entorno era variado: había a quien no le interesaba en absoluto o incluso lo miraba con cierta reprobación, como por ejemplo el conspicuo aficionado al teatro que escogía las obras de Alfonso Paso. Pero también había otros mucho más permeables a ese tipo de influencias. Uno de ellos, al cual le reconozco muchas buenas cualidades, tuvo la idea de organizar un disco-forum, para lo que escogió una canción sobre cuyo contenido debíamos debatir en nuestro grupo juvenil. La canción, de la que solo conocí la versión en castellano, venía a decir algo así como “Wight is Wight, Dylan is Dylan. Wight is Wight, viva Donovan. Es como una luz en la oscuridad…” al menos si la memoria no me falla.
Wight Is Wight, de Michel Delpech
Wight is wight, de kerouac (versión en castellano)
Podríamos decir que se trataba de una canción dentro del más puro estilo pop, que como he mencionado más de una vez no era santo de mi devoción. Pero aparte de los gustos musicales, el fondo del debate iba por otros derroteros, mas ligados al modo de vida de los hippies y, en general, de la juventud inconformista.
El primer sorprendido de lo que ocurrió en aquel debate fui yo mismo, ya que me encontré en solitario defendiendo lo que acabo de decir antes: un modo de vida fuera de convencionalismos y de todo lo demás, lo que en resumidas cuentas venía a querer decir que la juventud era libre de escoger su modo de vida sin tener que estar sometida al dictado de los “sesudos” adultos. El resto de participantes se mostraron más “moderados” en cuanto a sus planteamientos, habiendo incluso más de uno que manifestó un acuerdo sin reservas con los imperativos de la sociedad, con el agravante además de que vivíamos en una sociedad franquista.
Quizá la principal razón de mi sorpresa aquel día fue que hasta entonces no había sido consciente de cuáles eran mis opiniones al respecto, y el debate tuvo el efecto de que sacara lo que llevaba dentro sin haberlo rumiado antes. Pero también me sorprendió que si bien podría haberse supuesto lo contrario, considerando cuáles eran mis gustos musicales supuestamente anticuados, de golpe y porrazo me di cuenta de que no era yo al más anticuado del grupo ni muchísimo menos.
Debo decir que en aquella época, ni tampoco en otras posteriores, me he parecido a los hippies en nada, ni en la ropa, ni en el corte de pelo, ni tampoco en que durante toda mi vida, sin excepción alguna, haya sido un empedernido no fumador, lo mismo de tabaco que de otra sustancias. Lo que ocurrió fue que, en mi bisoñez, aquel fue uno de los primeros debates en que tuve opción de participar. Poco tempo antes lo había hecho en otro con un profesor del instituto, excelente matemático pero retrógrado en sus convicciones, que defendía centrarse en el trabajo docente mirando solo a un grupo escogido de alumnos en detrimento del conjunto de la clase, al que consideraba poco menos que desechable. Yo defendí la postura opuesta, lo que hoy denominamos escuela inclusiva. Eran otros tiempos, y yo, poco a poco, me iba haciendo un hombre.