El título de este capítulo lo he copiado del que tenía una de las ediciones del festival “Música Musika” que se celebra cada año en Bilbao; al igual que, según creo, en otras localidades más o menos próximas. Dicho título es a su vez otra copia de una canción que se hizo famosa allá por los años setenta del siglo veinte, titulada Black is black, y cantada por el conjunto español Los Bravos, que tenía un vocalista alemán llamado Mike Kennedy. Black is black estuvo encabezando durante mucho tiempo la lista del Hit parade, lo que explica en cierta medida que, muchos años después, a los organizadores del festival Música Musika se les hubiera ocurrido semejante nombre para honrar al más grande compositor de la música clásica, entendida esta como la que abarca el amplio período cronológico desde el Renacimiento hasta casi nuestros días.
Como es de suponer, la edición del festival de aquel año estaba dedicada con exclusividad al genial compositor alemán, dedicación a no dudar merecida. De hecho, muchos músicos de todas las épocas, y de forma más especial de la actual, reconocen a Johann Sebastián Bach como el más grande. No solo por la amplitud de su obra y por la indudable calidad de esta, sino porque, de forma un tanto sorprendente, ha servido deinspiración y referencia a multitud de músicos de épocas posteriores, a pesar de que en su tiempo debió de considerársele un músico pasado de moda al menos en el último período de su vida, como cuando giró una visita a su hijo Carl Philip Emmanuel, que actuaba como músico de corte de Federico el Grande en Postdam, y le encargaron que improvisara para instrumento de teclado. Sin olvidar tampoco que, un siglo más tarde, estuvo olvidado, y que fue gracias a otros músicos de talento como por ejemplo Félix Mendelsshon que, casi por azar, pudieron tener noticia de su obra y la volvieron a situar en el lugar que se merecía.
La crítica moderna reconoce que Bach, más que un innovador, es alguien que cierra con suma brillantez un período musical, que podríamos llamar de forma esquemática música barroca. Los que vinieron después, incluido su hijo Carl Philip, ya pertenecen a otra época. Puede que fuera cierto que hace tres siglos se le hubiese considerado pasado de moda; lo que, dicho sea de paso, también le ocurrió a su coetáneo Vivaldi por el cual Bach debía de sentir una sincera admiración, aunque en la actualidad ni uno ni otro merece el calificativo de anticuado. Incluso cierto músico famoso, no recuerdo quien, afirmó una vez que en la historia de la música hay dos figuras que jamás pasarán de moda: J. S. Bach y Scott Joplin, el pianista negro autor de famosísimos Rag Times.
También ha habido músicos que han incluido trozos enteros de la obra de Bach en sus composiciones originales, o bien que han interpretado obras suyas con un enfoque innovador. Me vienen a la memoria los ejemplos de Chuck Corea; del trío Emerson, Lake y Palmer; y de los conjuntos españoles de la década de los setenta Los Pekenikes y los Pop Tops, aunque seguro que podrían encontrarse muchos más. También es verdad que, al igual que ocurre con otros compositores clásicos, algunas obras del genial maestro han pasado a convertirse en auténticos best sellers imperecederos, es decir, composiciones que han sobrepasado el ámbito de la música culta para pasar a ser conocidas por el público en general, incluso el que carezca de una formación musical específica.
Pero si bien hay best sellers clásicos que el público los asocia a un contexto determinado, como por ejemplo La primavera de Vivaldi, el Himno a la Alegría de la novena sinfonía de Beethoven, o el coro Va pensiero de la ópera Nabucco de Verdi, los de Bach da la sensación de que brillan sin necesidad de apoyatura histórica, literaria o la que se quiera. Son música y solo música.
La primavera. Vivaldi
Himno de la Alegría, Novena Sinfonía de Beethoven
A lo mejor es esa la razón de que a J. S. Bach se le considere imperecedero y, además, el más grande: que su música es solo música, y además música maravillosa. Música fuera del tiempo y de cualquier lugar; aunque si los alemanes leyeran estas líneas dirían que yo estoy equivocado, porque la música del genial maestro alemán tiene un fuerte componente religioso, habida cuenta además de que se trataba de un devoto luterano y de que muchas de sus obras, quizás las más importantes como las pasiones, cantatas y oratorios, estaban compuestas con un propósito religioso expreso, aparte de obedecer a encargos de esa misma índole. Pero los que no entendemos la lengua alemana cuando escuchamos la música de Bach hacemos abstracción de la “letra” y nos fijamos solo en la música. Incluso más de una vez he pensado que para escuchar sus cantatas y oratorios casi es mejor no entender lo que están cantando, porque de esa manera el contenido literario del texto no te distrae, ni tampoco, si llegara el caso, pudiera ocurrir que dicho texto te causara desagrado, lo cual iría en detrimento de escuchar la música en su plenitud.
También habrá alguien que al leer esto podría escandalizarse, y me achacaría que estoy vilipendiando los sagrados evangelios. Tampoco es que sea para tanto, pero aun así creo que en aras de la pluralidad de credos e ideologías es legítimo que a uno le pueda encantar la música de Bach; y los textos evangélicos, por el contrario, parecerle irrelevantes o inadecuados. Incluso se cree que los textos compuestos por el empleado de correos Christian Friedrich Henrici, más conocido como Picander, muchos de los cuales forman parte del libreto de la Pasión según San Mateo y de muchas de las cantatas de J. S. Bach, no eran siempre del gusto del compositor, que realizó en los mismos algunas modificaciones.
La Pasión según San Mateo (Parte 1ª) - J. S. Bach - Dir. Helmuth Rilling
La Pasión según San Mateo (Parte 2ª) - J. S. Bach - Dir. Helmuth Rilling
He comentado antes que mi primera aproximación a la música de Bach fue el Primer Concierto de Brandemburgo en fa mayor, incluido en una colección de discos de vinilo editados por la revista Selecciones del Reader’s Digest. Y no fue hasta bien entrada mi adolescencia que volví a prestar atención a la obra del compositor alemán, gracias a que, en aquella época, en El Corte Inglés de Bilbao se ofrecía una enorme variedad de discos clásicos, desde los más caros de la Deutsche Grammophon y su filial Archiv Produktion, que dadas mis limitaciones económicas resultaban prohibitivos, hasta otros de sellos editoriales más modestos que se vendían a precio mucho más asequible. Y fue gracias a estos últimos que, sin que ahora recuerde la razón, empecé a coleccionar discos de Bach. Creo que el primero fue uno titulado “J. S. Bach al clavicémbalo”, que incluía el Concierto Italiano, la Fantasía cromática y fuga y un extenso repertorio del Libro de Ana Magdalena. Siguieron los seis conciertos de Brandemburgo, y uno que al final acabó teniendo para mí un significado especial, que incluía tres sonatas para flauta y clavecín, de referencias BWV 1020, 1030 y 1031.
Primer Concierto de Brandemburgo en fa mayor, BACH
András Schiff - Bach. Italian Concerto in F BWV971
Lo que sí recuerdo es que al principio escuchar la música de Bach se me hacía bastante duro, ya que me daba la sensación de que no entendía nada. Pero no sé cómo poco a poco se me fue abriendo la mente como quien dice, y al final incluso fui capaz de escuchar a la vez no solo la melodía, sino mucho de lo que estaba por debajo de ella. Y entonces sí, me di cuenta de que la principal virtud de la música de Bach era que en cualquiera de sus piezas musicales hay una enorme densidad de notas, de armonías, de tonalidades y de lo que se quiera. En resumen, que era algo así como la música perfecta.
Supongo que esta será la principal razón de que haya tantos músicos que consideren a Bach como el más grande; aunque, justo es econocerlo, no solo de Bach vive el hombre como quien dice, y que el arte de la música, aparte de la perfección técnica que el gran maestro alemán logró en su día, desempeña otras funciones en la vida de la humanidad que ni se pueden ni se deben obviar.
Pero además de deleitarme escuchando la música del que ya se había convertido en mi compositor favorito, el disco de las sonatas para flauta y clavecín tenía otro aliciente, y era que incluso con la flauta dulce tamaño estándar, afinada en do con una gama de dos octavas más el re de la tercera, podía llegar a interpretar las partes más sencillas de las sonatas del disco, como por ejemplo el siciliano de la BWV 1031 en mi bemol, e incluso partes del allegro moderato de la misma; y a donde yo no podía llegar por mis propios medios llegaba mi hermana acompañándome con el piano, corrigiéndome los errores de lectura y de medida que pudiera cometer, que eran un montón.
Bach Es-dur Sonata flute - BWV1031 Siciliano -Pete Lilla
La Pasión según San Juan BWV 245 - J. S. Bach - Dir. Carlos Kalmar
Ha pasado mucho tiempo de aquello. Gracias a los medios técnicos de reproducción mucho más modernos, hoy resulta fácil y barato poseer la totalidad de la obra conocida de cualquier compositor de renombre en soporte más cómodo y menos perecedero que los discos de vinilo. Por fortuna he tenido la posibilidad en mi madurez de conocer y admirar con ojos más experimentados la vida y la obra tanto de Bach como
de otros músicos. Hace unos pocos años, en un viaje a la República Federal de Alemania, me hospedé en la ciudad de Leipzig, visité las iglesias de Santo Tomás y de San Nicolás, en las cuales se estrenaron respectivamente La Pasión según San Mateo y La Pasión según San Juan; tuve ocasión de escuchar en esta última un concierto de órgano y una actuación del coro de jóvenes cantores de estas iglesias. Y como colofón me pasé una mañana estupenda visitando el museo dedicado al gran “cantor” que es como se le solía llamar a veces, situado justo enfrente de la iglesia de Santo Tomás, y en el que gracias a sus cuatro o cinco pisos puedes enterarte de todo lo que se sabe sobre el compositor y sobre las circunstancias en que llevó a cabo su proceso creativo.
Hace varios años que he sustituido la flauta dulce en do por la flauta travesera estándar, con la cual sigo haciendo mis pinitos con las sonatas para flauta del maestro. Aun así, para interpretar un rondó en el grupo de flautistas al que pertenezco se juzgó interesante hacer la prueba introduciendo, junto a las flautas traveseras, una dulce afinada en do. Y ello me ha permitido rememorar mis orígenes de incipiente admirador de J. S. Bach y de joven músico mediocre, quizás mas mediocre de lo que soy ahora pero a no dudar con mucho más entusiasmo e inspiración.