Leí una vez que, al contrario de lo que pudiera pensarse, la consecuencia de haber ejercido durante un largo tiempo la censura artística o cultural en una determinada sociedad no es que la música y la cultura brotan con un renovado esplendor en el momento en que dicha censura deja de ejercerse, sino al revés: el efecto producido por la censura es parejo al sufrido por una planta a la que se priva de la suficiente agua y de luz: que crece lánguida, débil y mortecina. Y por desgracia el que dicha planta se convierta en otra saludable y fecunda a veces no se da, por mucho esfuerzo que, a posteriori, vaya a emplearse.
No sé si este principio puede aplicarse con propiedad a la censura franquista. Adelanto que, si no recuerdo mal, la frase mencionada antes se refería a la censura sufrida por la lengua vasca y todas sus manifestaciones durante dicho período.
Podrá pensarse que con la música las cosas no eran tan graves, al menos mientras se tratara de música “sin letra”. Uno de los ejemplos más claros es el de la Alemania nazi, en la cual la censura se ejercía por igual lo mismo si se tratase de producciones musicales con soporte literario que sin él. Me llamó la atención un pasaje que leí en un libro precioso titulado “Música, solo Música” consistente en una larga entrevista en la que el escritor japonés Haruki Murakami conversa con el director de orquesta de la misma nacionalidad Seiji Ozawa. Afirma este último que a la música de Gustav Mahler no se le prestó la debida atención durante mucho tiempo, lo mismo durante el nazismo que incluso después, argumentando como razón de ello no sólo el origen judío del compositor, sino también que su estilo no encajaba en absoluto con la “grandilocuencia germánica” propia de otros compositores y del gusto de intérpretes y directores de orquesta que, por ser de sobra conocidos, me abstendré de citar.
Gustav Mahler
En una breve estancia vacacional que realicé en la ciudad de Hamburgo visité un pequeño museo dedicado a los compositores Johannes Brahms, oriundo de dicha ciudad, y Gustav Mahler. Uno de los documentos más sorprendentes que pude observar fue un libro de registro de bautizados procedente de una iglesia que en este momento o recuerdo de dónde era, en el cual, intercalado entre un montón de infantes, aparece una anotación mencionando que se le administró el bautismo a un adulto, anteriormente de religión judía. Nada menos que Gustav Mahler. Se argumentaba en dicho museo que no estaba bien visto que el puesto de director de la Ópera de Viena, puesto que ocupó en su día Mahler, lo ocupara alguien no bautizado. De ahí la razón de que nuestro querido compositor optara por esa posibilidad “bautismal”.
Pero no es esto lo único sorprendente: Unos días después de finalizada mi estancia en Hamburgo me trasladé la ciudad de Leipzig, en la cual, aparte de otras muchas cosas de interés la mayoría de ellas relacionadas con la música, visité otro museo bastante parecido al anterior, dedicado al compositor Félix Mendelshon y a su familia. Y allí me enteré de que sus antepasados también habían sido de religión judía, pero convertidos al cristianismo, ahora luteranismo, en una generación anterior a la del compositor.
Pero vayamos al grano: ¿Existía una censura franquista específica para obras puramente musicales? Por supuesto que sí. Por ejemplo, la que se ejerció contra un elenco de músicos, intérpretes y compositores de la generación del 27 que acabaron exiliándose, algunos de ellos incluso habiendo sufrido las penalidades de los campos de concentración nazis por su condición de judíos, y cuya música, por desgracia, es poco a nada conocida del gran público.
Aun así, es fácil comprender que era la música “con letra” la más perseguida y censurada. Siendo todavía yo veinteañero alguien me prestó una casete con un conjunto de canciones prohibidas por el franquismo, empezando, como no podía ser de otra forma, por el Himno de Riego, es decir, el himno oficial de la Segunda República Española. No recuerdo si el nombre de alguno de los Halfter aparecía ligado de alguna forma a la grabación, porque de esto ha pasado ya medio siglo. Sí recuerdo, por el contrario, que daba la sensación de tratarse de una orquesta bastante rudimentaria, aparte de tener una calidad de grabación bastante mala, como de haberla hecho en la clandestinidad no sé dónde. Es posible incluso que, más que un trabajo original, se tratase de una recopilación de otras grabaciones anteriores, incluso de la misma época que las propias canciones.
Himno de Riego
Después del Himno de Riego, se podía escuchar una amplia gama de canciones que se hicieron populares durante la Guerra Civil en el bando republicano, la mayoría de ellas, sospecho, tratándose de melodías anteriores a las que se había cambiado la letra: El “Puente de los Franceses” del sitio de Madrid; el “Tren blindado”; La “Gente Marinera” con la cual no hay quien pueda, y así un pargo etcétera. Y finalmente, dos himnos de referencia que en su día se destacaron por ser más que refractarios al fascismo: Els segadors, actual himno oficial de Catalunya, y el Eusko gudariak.
Els Segadors - Himne de Catalunya amb lletra
Eusko Gudariak
¿Por qué el Eusko Gudariak y no otra, cuando Euskadi (Euzkadi entonces) ya tenía su propio himno, el Gora ta Gora, del cual hablaremos un poco más adelante? Creo que todas las hipótesis que puedan adelantarse serían bastante delicadas. Y digo esto porque incluso después de muerto Franco siguió existiendo cierta polémica al respecto.
Uno de sus puntos álgidos se produjo cuando, recién estrenada la Comunidad Autónoma del País Vasco, o de Euskadi si se quiere, y hubo que buscar un himno adecuado, el PNV optó por el citado Gora ta Gora, mientras que otras fuerzas políticas, como por ejemplo el PSOE, abogaban por el Gernikako Arbola de José María Iparragirre.
La trayectoria del Gora ta Gora y la del himno nacional español, la denominada Marcha Real, tienen algunos paralelismos. Me refiero a la letra. Es sintomático que tanto uno como otro carezcan de letra oficial, lo cual no quiere decir que no la tuvieran en su momento. Y esto no es una cuestión baladí, pues un himno que carezca de letra no se puede cantar, lo que hace que una gran parte de su posible valor patriótico se quede en agua de borrajas.
La Marcha Real tuvo en la época franquista una letra compuesta por José María Pemán. Pero como puede suponerse, una letra que, entre otras cosas decía: “Triunfa España, los yugos y las flechas cantan al compás del nuevo amanecer” no era de recibo, máxime considerando que el yugo y las flechas era el emblema de la Falange Española fascista. En una época muy posterior, creo que bajo el gobierno de José María Aznar, se formó una comisión oficial que tenía por cometido redactar una nueva letra para el himno nacional español; comisión de la que, entre otros, formaba parte el conspicuo intelectual vasco Jon Juaristi. Por razones que desconozco, no se debió de llegar a ningún acuerdo sobre el texto, tal es así que el intento se quedó en agua de borrajas.
El Gora ta Gora tenía una letra compuesta por Sabino Arana, que empezaba diciendo “Gora ta gora Euzkadi, aintza ta aintza gure gaurko Jaun Onari”, es decir, una letra confesional que empezaba glorificando a Dios. Por razones parecidas a las de la Marcha Real, aunque no iguales, se comprende que si se quería poner a dicho himno como oficial de la Comunidad Autónoma Vasca, lo cual acabó haciéndose, el tufo confesional era insostenible aparte de anticonstitucional, y acabamos quedándonos solo con la música. Los himnos sin letra, como los citados, dan la sensación de que están para escucharlos formales, en posición de firmes si es posible, pero sin exteriorizar demasiadas emociones. Creo que tanto uno como otro de los citados consiguen de forma satisfactoria el tono de solemnidad requerido para dicho cometido.
El Himno de Riego no es tan solemne, y en dicho sentido da la sensación de desmerecer un tanto respecto a los dos anteriores. Encima ha estado lastrado por la existencia de una letra informal que viene a afirmar que a los curas y frailes se les iba a dar un buen repaso. Aun así, tiene un aspecto positivo que, al menos hasta la fecha, nadie se lo ha podido usurpar: es la canción de referencia para los ciudadanos y ciudadanas del estado español, lo mismo castellanos o vascos, andaluces o catalanes, que albergan sentimientos republicanos. Contradiciendo a muchos, considero que la dicotomía entre ser monárquico o republicano transciende a la pertenencia de un determinado territorio o comunidad. Por eso cada vez que el 14 de abril, día de la instauración de la Segunda República Española, suena el Himno de Riego, los republicanos se ponen -nos ponemos firmes, e incluso mas de uno o una se emociona.
Cada vez que, viendo la televisión, me he encontrado con algún partido de fútbol que juegue la selección alemana, la sensación que me dan los once jugadores vestidos de blanco puestos en fila antes del partido es que los alemanes son de otra categoría. Porque si su himno lo compuso un autor de auténtico lujo como Franz Joseph Haydn, tendemos a pensar que en lo demás también están en una categoría superior. Y en tales momentos me retrotraigo a la época de mi niñez, cuando creíamos que los alemanes tenían los mejores automóviles, las mejores lavadoras, las mejores máquinas de afeitar o las mejores aspirinas. Por ello, incluso antes de que el árbitro toque el pitido inicial, me parece inconcebible que el equipo alemán, teniendo tamaña categoría, pueda perder el partido.
Creo que pocos himnos superan en solemnidad a la Canción del Emperador que en su día compuso Haydn. Pero desde mi más modesta opinión, no hay himnos que impacten más que el ruso y la Marsellesa. Y con todos los respetos para el enorme Haydn, la función principal de un himno es emocionar, e impactar. El himno ruso ha tenido letras variadas, no exentas de polémica. Creo que la letra actual es, más o menos, descriptiva de aspectos de la patria rusa. Pero al igual que me ocurre con otras obras musicales cantadas, alguna de ellas geniales como por ejemplo las cantatas o las pasiones de Bach, en las cuales el no entender la letra es casi mejor porque te permite concentrarte en la música que, en el fondo es lo que importa, con el himno ruso me pasa que es la música tan emocionante que cuando lo oigo no puedo contener las lágrimas, no solo porque el no poder contener las lágrimas al oírlas es una característica bastante común de las canciones rusas, sino también porque me vienen a la memoria las enormes penalidades que a lo largo de la historia ha tenido que sufrir el pueblo ruso, las últimas durante la Segunda Guerra Mundial.
El himno de Rusia traducido al español (con subtítulos) / Russian anthem
Himno de Francia - LA MARSELLESA (Letra en francés y en Castellano)
Pero quien se lleva la palma de himno impactante, que enfervoriza a quien lo oye y mucho más a quien lo canta, es la Marsellesa. Puedo afirmar que entiendo la letra, e incluso que me la sé de memoria. Creo además que, si bien el Himno de Riego es, tal y como he dicho antes, elemento de referencia para los ciudadanos del Estado Español que tengan convicciones republicanas, la Marsellesa es elemento de referencia para los ciudadanos del mundo a quienes repugnen la tiranía, la opresión prepotente de los regímenes caducos, o la irracionalidad autoritaria y dogmática que se empeña en convertir a ciudadanos libres en súbditos o incluso en esclavos.
Mucha gente recordará que, cuando los soldados nazis que habían aposentado sus reales en el bar de Rick, antiguo combatiente de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española, se pusieron a interpretar canciones nazis en el piano, este ordenó a la orquesta que interpretase La Marsellesa para acallarlos. Creo que esa escena de la película Casablanca no carece de simbolismo. ¿Por qué mandó tocar La Marsellesa, y no, por ejemplo, Mon homme, Au Clair de la lune, o À Paris dans une cafetière? Creo que la respuesta es obvia.
Casablanca. La Marsellesa (La Marseillaise)
En la época que el derechista Valery Giscard d’Estaing fue presidente de Francia, allá por los años setenta del siglo veinte, este realizó un intento de reformar la música del himno nacional francés dotándolo de un ritmo más lento, más “solemne”, al estilo, por ejemplo del God save the King inglés. El intento no cuajó. Y no por falta de conocimientos musicales del citado Valery, ya que los tenía abundantes, sino porque la ciudadanía francesa, o al menos parte de ella, prefería el ritmo vivo propio de eventos revolucionarios que la solemnidad un tanto aplastante muy del gusto de las fuerzas contrarias.
Pero con tanta disquisición nos hemos olvidado del Himno de Riego. Acabaré este capítulo comentando que con un grupo de amigos, es decir, de los primeros años setenta, que fue cuando me pasaron la casete con las canciones de la Guerra Civil, se me ocurrió que, provistos de nuestros modestos instrumentos musicales, que más o menos se reducían a guitarras y flautas de pico escolares, podíamos interpretar el Himno de Riego. Y ocurrió que mientras ensayábamos en casa de uno de ellos, su padre irrumpió en la habitación y nos echó un buen rapapolvo, argumentando que si se oyera desde fuera de la casa lo que estábamos tocando, y tal mensaje musical llegara a oídos de quien no debía, las consecuencias iban a ser muy serias. Y a decir verdad, razón no le faltaba.