La tía Paulina es una especie de tía Tula en versión más moderna. Es también una mujer atractiva pero sin resultar tan asexuada, aunque, al igual que su predecesora, se dedica en cuerpo y alma al cuidado de unas sobrinas suyas menores de edad que se han quedado huérfanas, renunciando de esta manera a disfrutar de una vida propia.
Siempre me ha parecido que La Tía Tula es una novela con mucho morbo. De hecho, el elemento más patente en la obra es el deseo sexual reprimido. Un deseo sexual que acaba desencadenando un final que podríamos considerar infeliz, o incluso lamentable.
La Tía Tula es una novela escrita por Miguel de Unamuno. Aparte de poesía y ensayo, Unamuno escribió novelas. Sobre La Tía Tula se hizo una película en el año 1964, protagonizada por Aurora Bautista. Unamuno fue un personaje polémico en vida, y creo que ha seguido siéndolo después. Si bien por una parte ha sido ensalzado hasta la saciedad, por otra ha tenido sus detractores. Por ejemplo, no era del gusto del famoso escritor y ensayista valenciano Joan Fuster, pues en un libro titulado Contra Unamuno y los demás (1975) afirmaba que Unamuno, al que calificaba de santurrón seglar y de ultranacionalista español, solo era exportable como atracción folklórica; equiparándolo a tal efecto con las cantantes de lo que en su día se denominó Género español, como por ejemplo Concha Piquer o La Niña de los Peines; lo cual venía a significar que, en una época en la que gran parte de la sociedad española estaba sedienta de modernidad, la obra de Unamuno, por muy buen escritor que fuera, resultaba poco menos que extemporánea.
La tía Tula (Miguel Picazo, 1964)
Cría cuervos (Carlos Saura, 1976)
La tía Paulina es un personaje de una película del año 1976 dirigida por Carlos Saura titulada Cría cuervos, muy afamada en su día. Tras haberse quedado sus tres sobrinas huérfanas tanto de padre como de madre, ella se queda al cuidado de las mismas. El padre de las criaturas, coronel del ejército, pasaba gran parte del tiempo en compañía de la mujer de uno de sus subordinados, hasta tal punto que fallece de un infarto mientras compartía cama con ella. Su hija mediana, de unos nueve años de edad, la cual tiene la oportunidad de observar escenas de la relación extraconyugal de su padre, se convierte en personaje hilo conductor de la trama.
Tanto en los últimos años del franquismo, ya con una tímida apertura si no política al menos sociocultural, como también en los primeros años de la llamada transición, se rodaron muchas películas donde el erotismo jugaba un papel fundamental. Pero frente a una visión vulgar y superficial, que limita la apertura que se dio en aquellos años a una mayor permisividad en la exhibición del cuerpo femenino en películas y revistas, aparte de un humor cada vez más grueso y chabacano en los argumentos cinematográficos, tan patente en películas como No desearás al vecino del quinto, El liguero mágico o El erotismo y la informática, hay otra corriente que se centra en lo que supuso para la sociedad española del franquismo la tremenda represión sexual de la mano del nacionalcatolicismo auspiciado por el propio régimen; y que tuvo como consecuencia, entre otras, que toda una generación sufrió enormes dificultades, cuando no la total imposibilidad, para establecer una relación sentimental propia de personas adultas. Son, en gran parte, películas de añoranza, como La prima Angélica (1973) o Asignatura pendiente (1977), otras como La criatura (1977) o Tormento (1974), en las cuales se plantean relaciones y actitudes sexuales problemáticas.
Podrían ponerse muchos más ejemplos. Yo creo que en muchas de ellas subyace la idea de que, por encima de las vulgaridades del destape, el franquismo nacionalcatólico le robó a una generación entera la oportunidad de desarrollarse sexualmente como personas sanas y equilibradas, razón por la cual exhiben un cierto deje de amargura mirando al pasado. En mi época de juventud vi muchas de esas películas, entre otras la citada al principio Cría Cuervos. Y al igual que a muchos espectadores, también a mí me produjeron un impacto emocional notable. Porque, mal que nos pese, el franquismo no solo nos oprimió en lo político, lo social, lo cultural o lo laboral, sino también en lo sexual y en lo emocional.
A quienes esto les parezca una exageración, les diré que en los llamados Pactos de la Moncloa, firmados en el año 1977 entre el gobierno de Adolfo Suárez y los principales partidos y sindicatos del espectro político y social, una de las medidas acordadas fue la despenalización del adulterio y del amancebamiento, es decir, la convivencia de pareja sin que exista vínculo matrimonial. Hasta entonces, la actividad sexual fuera del matrimonio o entre personas no casadas era considerado delito, razón por la cual, por ejemplo, en los hoteles exigían la presentación del libro de familia a las parejas que solicitaban una habitación. Otro ejemplo, este más prosaico, de la situación que existía es que el único lugar en Bilbao donde tenías la seguridad de poder comprar preservativos era un establecimiento denominado “Instrumentos de Higiene”, situado en el barrio de las putas. Porque la prostitución, en situación a-legal lo mismo antes que ahora, era la otra cara de la moneda de una sociedad en sus formas pacata, beata y reprimida.
Creo que a una generación entre diez y veinte años más vieja que yo la represión sexual nacional-católica le hizo polvo. A mí me pilló más de refilón. Pero sería injusto, o al menos inexacto, echarle la culpa de la represión sexual solo a la época franquista: el fanatismo católico español venía de antes. En realidad el franquismo, al contrario, por ejemplo, del nazismo alemán, más que una ideología de creación reciente era un cúmulo de ideas y elementos reaccionarios presentes ya en la sociedad española, sean religiosos, o de otro tipo, que con el franquismo alcanzaron su máxima expresión. Esa calificación de santurrón y ultranacionalista español que Joan Fuster hacía de Miguel de Unamuno, fallecido en 1936, es un buen ejemplo de lo que acabo de decir.
El actor Héctor Alterio interpreta en Cría cuervos el personaje del coronel del ejército padre de las niñas. El mismo actor tomará parte, muchos años después, en una miniserie basada en la novela La Regenta, de Leopoldo Alas “Clarín”, que lleva el mismo título que la novela. Su personaje es el marido de la protagonista, papel este que interpreta Aitana Sánchez Gijón. Al igual que ocurre en numerosa obra de ficción de un siglo después, La Regenta, magnífica descripción del Oviedo de la segunda mitad del siglo XIX, a la que el autor llama Vetusta, tiene como motivo principal el deseo sexual reprimido de varias personas inmersas en una sociedad mediatizada por la religión y por costumbres inmovilistas.
Pero volvamos a la película. A pesar de los esmerados cuidados de la tía Paulina, una vez que las tres niñas se quedan huérfanas pasan mucho tiempo solas, escenificando las disputas conyugales que en su día presenciaron a sus padres, motivadas por la continua infidelidad de él y por la desesperación de ella, una madre enferma. También comparten el tiempo con la abuela que vive en el mismo domicilio, postrada en una silla de ruedas y aquejada de una parálisis que incluso le impide el habla. Como es natural en personas de esa edad, a las tres niñas les gusta escuchar música. En un tocadiscos portátil colocan una y otra vez un disco de moda en la época, de los llamados singles de 45 rpm, de una canción titulada “Por qué te vas” de la cantante Jeanette.
Jeanette - Porque Te Vas -(1974-1976) - (Audio Vinyl Rip)
A raíz del empujón dado a la música por cantantes como Los Beatles o Elvis Presley, sin olvidar, por supuesto, el enorme poder de las multinacionales del disco, a partir de los años sesenta empezó a ponerse de moda en España el género pop, así como otros procedentes de países anglosajones. Lo mismo en versiones originales que en las traducidas al castellano, bien interpretadas por los mismos cantantes o por otros autóctonos, canciones del género pop se escuchaban una y otra vez en la radio y en la televisión, donde existían además programas monográficos de ese tipo de música. A la vez, empezaron a proliferar los conjuntos españoles que imitaban mejor o peor a los más famosos de allende de nuestras fronteras, componiendo canciones originales que en su día gozaron en España de relativo éxito.
Vistas a posteriori, es decir, tras haber transcurrido unas cuantas décadas, el tiempo ha dejado a cada uno en su sitio. Y justo es reconocer que cuando escuchamos hoy las composiciones de la mayoría de los conjuntos españoles de entonces nos damos cuenta de que se trata de canciones simples, esquemáticas, poco o nada merecedoras de pasar a la posteridad si no es como dato nostálgico de otra época.
Pero esa sencillez de la música de moda tenía una enorme ventaja: que resultaba fácil de imitar por montones de jóvenes que, armados de una simple guitarra, podían pergeñar unas versiones lo suficientemente convincentes como para animar cualquier cuadrilla de adolescentes y para establecer entre ellos lazos de amistad y camaradería cundo no amorosos, para lo cual una guitarra, un mínimo gusto musical y una voz seductora podían resultar muy efectivas.
Oyendo una y otra vez a Jeanette en la soledad de una casa que se ha vuelto triste, las tres niñas ensayan los pinitos de baile, suelto o agarrado, que les llevará en el futuro al mundo adolescente de los primeros enamoramientos, ilusiones y desengaños. Pero ello no les impide acordarse de su abuela impedida, a la cual también obsequian con música pero ya no del género pop. Porque ahora no se trata de irse abriendo hacia el futuro, sino de recordar con nostalgia el pasado.
Colocando la silla de ruedas frente a un panel en el que se han pegado un montón de fotografías antiguas, la abuela inmovilizada pasa el tiempo rememorando los acontecimientos que dichas fotografías inmortalizaron, a la par que escucha una de las canciones que estaban de moda en su época: Ay Mari Cruz, Mari Cruz, del maestro sevillano Manuel López Quiroga. Escuchando ambas canciones una y otra vez, la película va transcurriendo entre la música de Jeanette y la del maestro Quiroga, entre la juventud de quien tiene la vida por delante y el pasado de alguien que ya no puede hacer otra cosa que rememorar lo que ya jamás volverá.
Imperio Argentina - ¡Ay, Maricruz! (1935)
Después de transcurridos más de cuarenta años desde el estreno de la película, tanto una canción como la otra pertenecen a un pasado no reciente, y como tales podemos escucharlas con cierta perspectiva. Y podríamos decir que, si la música de Jeanette pertenece ya al pasado, a la del maestro Quiroga el director Carlos Saura la colocó en la categoría de pasado envuelto en el pasado. En realidad el maestro Manuel López Quiroga no es tan viejo, mucho menos que, por ejemplo, Miguel de Unamuno o que Leopoldo Alas, el autor de La Regenta. Nacido en 1899, su momento de esplendor abarcó la primera mitad del siglo veinte, y no murió hasta los años ochenta, poco después de que en Sevilla se le dedicara un sentido homenaje.
En colaboración con dos escritores apellidados León y Quintero, el maestro Quiroga fue autor de cientos de canciones, de las denominadas coplas o tonadillas, que en su día fueron interpretadas por una larga serie de cantantes del género, desde las más antiguas como Raquel Meller hasta las más recientes como Isabel Pantoja. No hace falta citar aquí más títulos porque son de sobra conocidos, tanto por el publico entendido como por el pueblo llano, que hasta hace unos años las escuchaba en la radio y después las repetía con mayor o menor talento cuando todavía estaba de moda que la gente cantase, costumbre que, por desgracia, se ha perdido, quizás para siempre.
Aunque parezca un contrasentido, resultaba que en otra época la música popular de las coplas y las tonadillas “alternaba” con otros géneros de música considerados más serios, o incluso de más categoría. Figuras de la música clásica compartían veladas con cupletistas y tonadilleras. Valga como ejemplo de ello que el famoso pianista Arthur Rubinstein, que ya en tiempo de la Primera Guerra Mundial vino a España por primera vez, fue un asiduo de festivales y saraos. Aún se conserva la crónica de una “fiesta andaluza” celebrada el año 1925 en el palacio de Las Dueñas, propiedad de los Duques de Alba, en la cual actuaron entre otras, Pastora Pavón «La Niña de los Peines», y Juana Vargas «La Macarrona», y se contó con la presencia de los reyes de España y de gran número de invitados nacionales y extranjeros, como Misia Godebska, mecenas de los Ballets Russes de Diághilev; el pintor catalán Josep María Sert, y el pianista Arthur Rubinstein.
Anécdotas aparte, comparando la música pop española de los años sesenta y setenta con la del maestro Quiroga y otros de su generación y estilo similar, nos damos cuenta de que, si bien la primera es en gran medida esquemática y simplona, Manuel López Quiroga era un músico de categoría, y sus composiciones están sin duda más elaboradas. Además del mencionado homenaje, en su Sevilla natal tiene erigido un monumento, creo que con total justificación.
Es llamativo, por otra parte, que la letra de muchas de las tonadillas tengan un aire de tragedia, bien de amores malogrados, de reveses taurinos o de cuestiones similares. La propia Mari Cruz, Mari Cruz es un buen ejemplo de ello, lo cual le va muy bien a una película que, bien mirado, tiene mucho de tragedia.
Debo reconocer que desde muy joven, incluso desde niño, en una época en la cual las tonadillas del maestro Quiroga se escuchaban en la radio con mucha más frecuencia que en la actualidad, me ha parecido que tenían un no sé qué de morbo. Desde mi humilde opinión, creo que la mayor parte del morbo, por morbosa que sea la letra, se lo debemos a la música. Y eso, más que nada, lo considero un mérito indiscutible, porque en el fondo creo que se trataba de resaltar el morbo. ¿No resulta morboso que la susodicha Mari Cruz, la más bonita de no sé qué Bariio de Sevilla, hubiera abandonado a su fiel amor para convertirse en pasatiempo de unos cuantos “señoritos”, lo que leyendo entre líneas podría entenderse como que se prostituía? ¿Qué subyace detrás de ese comportamiento, una profunda e infranqueable desigualdad social? ¿Acaso un destino irredento del pueblo llano ante la tragedia de un orden social injusto? He sabido que alguna de las canciones del maestro Quiroga fue objeto de la censura, concretamente por referirse a una “mancebía”, una palabra de lo más castiza que quiere decir un establecimiento de prostitución. La censura vino de la época del franquismo, pero justo es saber que el maestro Quiroga empezó su andadura musical ya desde antes de la Guerra Civil, que la canción de Mari Cruz data de la década de los años treinta, y que la adhesión al franquismo del autor es más que dudosa.
Estoy escribiendo estas líneas un uno de mayo. Ahora creo que el uno de mayo se celebra el día de la madre, que antes se celebraba el día ocho de diciembre, es decir, el día de la inmaculada concepción de María, lo que en lenguaje llano viene a significar que la Virgen María se quedó embarazada sin tener relaciones sexuales con nadie; ni con San José, ni con el ángel que vino a darle noticia de su próximo embarazo (el sexo de los ángeles siempre ha sido una cuestión poco menos que ambigua), ni con nadie que se sepa. Es curioso que al primero de mayo, fiesta por antonomasia de la clase trabajadora, siempre se la haya querido “diluir” con otras efemérides.
Me acabo de enterar de que la razón de que se celebre hoy el día de la madre se debe a que este año el uno de mayo ha caído en domingo. Pero al fin y al cabo da igual: En tiempo del franquismo, por ejemplo, a la festividad del uno de mayo se la denominaba día de San José Artesano. Era día no laborable, en el que las manifestaciones convocadas por los partidos ilegales de la clase obrera, a la cual pertenecía también San José Artesano, estaban prohibidas y se reprimían de forma enérgica; pero sin embargo ese mismo día por la tarde, en el flamante estadio Bernabeu del Real Madrid, se celebraba una “demostración” folklórico sindical en el cual participaban miles de afiliados a los sindicatos verticales franquistas, con asistencia obligada del “caudillo” Francisco Franco y de su señora esposa, y retransmitida por la televisión de la época.
Pero el día uno de mayo era también el día en que se llevaban a cabo las primeras comuniones. Tal es así que ese día era habitual que las calles se llenaran de niños disfrazados de marinerito o de marino con graduación según los posibles que tuvieran sus padres; y de niñas con un aparatoso vestido blanco similar al vestido tradicional de novia. Era, también, el día en el que la radio no paraba de emitir, dentro del capítulo de discos solicitados, una tonadilla que rivalizaba en morbo a las del maestro Quiroga: “Tu primera comunión”, interpretada por el nunca olvidado Juanito Valderrama. ¿Qué decía la susodicha tonadilla? Que la niña, tan bonita puesta de rodillas, iba a recibir a Dios por primera vez. No sé si estoy pecando de ser demasiado morboso, pero es que su música, al igual que ocurría con Mari Cruz y con muchas otras, a mí, tanto en mi niñez como ahora en la edad adulta, siempre me ha inspirado morbo.
Su Primera Comunión. Juanito Valderrama
Creo, además, que el sentimiento trágico que irradia este tipo de canciones es compartido por otro género también originario de Andalucía: El “Cante Jondo”. En cierta ocasión, escuchando la emisora “Radio 2” dedicada a la música clásica pero sin exceptuar otros géneros, escuché un programa especial dedicado al cante jondo, refiriéndose de forma especial a antiguos cantaores. Me llamó la atención la fecha de fallecimiento de varios de ellos, entre 1936 y 1940. Bastantes años después, a raíz de una conferencia con interpretación musical incluida dedicada a compositores españoles de la Generación del Veintisiete, la mayoría de ellos injustamente olvidados, escuché al musicólogo Faustino Núñez, el cual gestiona una estupenda página web denominada “Flamencópolis”. Al término de la conferencia le comenté mis sospechas, por ejemplo las relativas a un antiguo cantaor apodado “El Carbonerillo”. No me dio ningún dato concreto al respecto, aunque tampoco me las desmintió.
El cante jondo, lo mismo que la tonadilla, siempre me han atraído, porque pienso que, por encima de otros géneros musicales, son los que mejor expresan la tragedia de España. Una tragedia grande, secular, que no se limita a un ámbito concreto de la vida, sino que tiene un montón de facetas.
Manuel Vega “el carbonerillo” | Tarantas, directo, 1929
El maestro Quiroga, tal y como he dicho antes, era un músico de categoría. También lo era, por ejemplo, el maestro Urrengoetxea, el del antiguo himno del Athletic, el cual según creo llegó a dirigir una representación del oratorio “La Condenación de Fausto” de Héctor Berlioz. Y como ellos otros muchos, autores de bellas canciones de las que servían a todo un pueblo para alegrar su existencia cantándolas. Pero que ya nadie lo hace porque en su mayoría han caído en el olvido, o porque a base de llenar el espacio con ruido incesante producido por infinidad de aparatos, han conseguido que dejemos de cantar hasta el punto de que se nos ha olvidado cómo hacerlo. Pero cantar es importante, lo mismo para el cuerpo que para el alma. Aunque las canciones evoquen tragedia, porque la tragedia con música se lleva mucho mejor que sin ella.
Hace muchos años, siendo yo un joven veinteañero, anduvo por mi casa un disco de vinilo de funda blanca, con canciones de un tal maestro Marino. Creo que no era propiedad de la familia, y supongo que por ello acabaríamos restituyéndolo a su propietario. Al cabo de los años he pensado mucho en él, intentando en primer lugar recordar el nombre del autor, que tenía olvidado. Por fin un día lo recordé, y después resultó ya más fácil saber algo de él. Más o menos coetáneo del maestro Quiroga, compuso algún título tan inolvidable como “Mirando al mar soñé”, cuya versión de Jorge Sepúlveda se hizo antológica. También algún pasodoble cañí, como por ejemplo uno titulado “El valiente bandolero”. Creo que en algún archivo nacional de música se conservan muchas grabaciones de su obra. Pero lo que más me llamó la atención fue que, al igual que Urrengoetxea, el maestro Marino también realizó sus pinitos en el ámbito futbolístico: nada menos que el himno del Real Madrid se lo debemos a él. ¡Ay es ná!