No sé si sigue estando tan de moda ir de vacaciones a Cuba como lo estaba hace unas décadas. Yo lo hice en el año noventa y dos, en pleno periodo especial, que fue cuando la Unión Soviética dejó de ser tal y pasó a ser solo Rusia con los matices que ello conlleva, y como consecuencia de ello dejó de prestar asistencia económica y de otro tipo al que había sido hasta hacía poco país aliado. Los efectos fueron muy duros, hasta tal punto que la enorme diferencia entre el nivel de vida de los turistas y visitantes, en un mundo de comodidades que funcionaba en dólares (el euro todavía no existía); y el de la población autóctona en otro mundo paralelo que funcionaba en pesos, era tremenda. Al fin y al cabo, es la misma diferencia que se percibe en un montón de zonas del mundo, pero como se trata de países pertenecientes al llamado “mundo libre” o casi, parece que da lo mismo.
La relación de España con Cuba siempre ha sido curiosa, y llena de matices singulares. En tiempo del descubrimiento y años posteriores debía de haber un cacique del pueblo originario caribeño llamado Hatuey, que luchó contra los conquistadores españoles hasta que fue apresado por estos, torturado y ajusticiado, palabra contradictoria donde las haya porque no hay nada más injusto que ajusticiar a alguien. Hatuey era la marca de cerveza que consumíamos en Cuba cuando estuve de vacaciones, en cuyos botellines aparecía dibujada la efigie de un supuesto aborigen.
Hatuey cerveza de Cuba.
Al parecer, los autóctonos no estaban hechos para trabajar duro, con muy buen criterio dicho sea de paso porque la portentosa naturaleza de la isla permite vivir de forma sencilla con muy poco. Pero ello no bastaba para quien pretende convertirlo todo en un objeto de mercado, y por ello se hizo necesario importar esclavos negros de África. Y allí estuvieron durante siglos, deslomándose en las plantaciones de tabaco y azúcar propiedad de ilustres apellidos hispanos (sin exceptuar a vascos, bien está decirlo) que todavía se siguen considerando ilustres, algunos de ellos incluso con aristocrático abolengo. Hasta que en 1886, unos veinte años después de finalizada la Guerra de Secesión americana, la del Norte contra el Sur para que nos entendamos, se promulgó la extinción de la esclavitud legal en la isla, tras indemnizar por ello a los propietarios de “ingenios” azucareros y plantaciones tabaqueras por haber perdido una mano de obra gratuita. Una de las visitas más significativas en mis vacaciones cubanas fue al museo histórico de la ciudad de Matanzas, localidad cercana a Varadero, en donde se exhibían los pesados cepos de madera con agujeros para el cuello y las muñecas que se utilizaban para castigar a los esclavos “levantiscos”.
Luego vino la lucha por la independencia, con Francisco Maceo (negro) y José Martí (blanco) al frente, los cuales a posteriori han dado su nombre a los aeropuertos de Santiago de Cuba y de La Habana respectivamente. Cuando Cuba y Filipinas se independizaron, en España se llevaron un enorme disgusto, tal es así que, visto que habían perdido el imperio de fuera, empezaron a soñar con un imperio “de dentro”, sueño cuyas consecuencias las estamos viviendo todavía, porque hay un importante sector de la población española que no ha acabado de resignarse a dejar de ser imperio, caiga quien caiga.
Cuando triunfó Fidel Castro, hacia el año 1960, los americanos iniciaron el bloqueo a la isla que aún dura. Pero, cosa curiosa, en la España franquista las simpatías por la antigua colonia, al igual que pasaba también con una supuesta hermandad entre España y los países árabes, antiguos conquistadores de la Península, era más fuerte que en la actualidad. Existe una anécdota relativa a que, haciendo caso omiso al bloqueo dictado por los yanquis, cierto año los barcos españoles llevaron a Cuba un montón de artículos básicos y muy necesarios para la población de la isla. Incluso se dice que el mismísimo Francisco Franco echó alguna lágrima, mientras decía que gracias a España los niños cubanos iban a poder aquel año comer el turrón navideño. Creo recordar que dicha anécdota la leí hace mucho en una entrevista que en la revista ya desaparecida Interviú se la hicieron al eminente urólogo catalán doctor Puigvert, que fue en su día médico de Franco y, además, uno de sus más conspicuos interlocutores. Creo que el doctor Puigvert publicó unas memorias en las que contaba sus conversaciones con el Generalísimo. Aun así, no debían de coincidir en lo político, lo que no quita para que llevasen entre ambos conversaciones de lo más sustanciosas, ya que no pienso que Franco fuera tan idiota de conversar solo con aquellos que le hacían la pelotilla, característica que, supongo, compartiría con otros gobernantes absolutos como por ejemplo Ramsés II, Genghis Khan o Nabucodonosor.
Siendo yo adolescente, es decir, más o menos por aquella época, en los astilleros Euskalduna, los mismos donde trabajaron mi bisabuelo, mi abuelo y sus dos hermanos, he visto como construían barcos de carga para Cuba. Hasta recuerdo sus nombres: Pino del agua e Imias, ambos para la compañía naviera cubana Transimport. Recuerdo también que en el emblema que adornaba sus chimeneas aparecía una mano empuñando un machete de cortar caña de azúcar.
No sé si lo de que Franco echara una lagrimita es o no una exageración, pues es difícil imaginar a Franco haciendo semejante cosa. Pero creo que lo de los barcos es una prueba mas que suficiente de que las relaciones entre la España franquista y la Cuba de Fidel Castro eran bastante fructíferas.
¿A qué iban/íbamos a Cuba los turistas? No es ningún secreto que el país tenía reconocida fama de que resultaba fácil encontrar ligues ocasionales porque las mujeres de la isla eran más bien “abiertas”. Una compañera de trabajo incluso me dijo, medio en broma, que ir a Cuba con una mujer era como ir a la Rioja con la bota de vino llena. Yo suelo ir de vacaciones con mi mujer, y lo de Cuba no fue una excepción. Aun así no creo que fuera para tanto lo de los ligues, al menos comparándose con las opciones que brindan otros países más cercanos. Supongo que sería cuestión de buscar en el lugar adecuado y de tener suerte. No obstante, con arreglo a lo que vi, tanto en lo que a mí respecta como a otros compañeros del mismo viaje, me atrevería a afirmar que las insinuaciones homosexuales fueron más notorias que las otras.
Otros iban a degustar el ron Havana Club, o los puros Cohiba. No soy fumador, pero reconozco que el ron Havana Club estaba fabuloso. Y el ron Matusalén, con el que se dice que hoy alegre y mañana bien, tampoco era para hacerle de menos. Pero a mí lo que más me impactó de Cuba fue la música. En la época que visité la isla aún no se había publicado el disco de Buena Vista Social Club, pero aun así tuve oportunidad de conocer la obra de algunos de los intérpretes que gracias a este disco se hicieron después famosos en todo el mundo, además de otros muchos que siguen siendo desconocidos por estos lares.
Me traje a casa cuatro CD, editados en Canadá por la casa Egren para eludir el bloqueo yanqui. Unos de ellos ya era famoso aquí: Carlos Puebla y los Tradicionales interpretaban canciones de significado político revolucionario, siendo la más famosa de ellas la dedicada al Comandante Che Guevara. Pero había mucho más: Me enteré que existía un género denominado pregones cubanos, inspirado en las canciones que interpretaban los vendedores ambulantes para recabar la atención del vecindario. Los había de varios tipos, según el artículo que se tratase: El vendedor de maní; el de Hojas para Baños; el de Frutas del Caney; el Panquelero, que vendía tortas fritas en sartén, derivado de la palabra inglesa pan (sartén); y así un largo etcétera.
La Pregonera - Santiago de Cuba
Hojas para Baño - Trio Matamoros
El santiaguero trío Matamoros, formado por Miguel Matamoros, Siro Rodríguez y Rafael Cueto, fue un referente en los años treinta del siglo veinte. Algunas canciones suyas, como Son de la loma o Lágrimas negras han llegado a traspasar todas las fronteras habidas y por haber, aunque muchas personas que las conozcan ignoren su autoría y las atribuyan a intérpretes más recientes que las han comercializado. Por desgracia, al Trío Matamoros le ha pasado algo parecido que a Antonio Machín: quedar como arquetipo de lo pasado de moda, de lo camp y casposo, sin tener en cuenta que eran unos intérpretes estupendos.
SON DE LA LOMA - Trío Matamoros
Trio Matamoros, Lágrimas negras (1928)
Barbarito Díez era llamado La voz del danzón, que es un género de canción melódica, romántica, y según los gustos actuales puede que un tanto empalagosa. Los danzones son también bailables, existiendo incluso una película preciosa del año 1991 dirigida por la mexicana María Novaro, llamada Danzón, que trata de una pareja que cada semana se citaba en un local para bailar danzón de forma ininterrumpida. Otra mexicana ilustre, Maria Teresa Lara, hermana del gran Agustín Lara, compuso un danzón inolvidable titulado Amor de mis amores.
Danzon (Trailer 1991). María Novaro
Agustin Lara - Amor de mis amores
Estos cuatro bloques musicales corresponden a los cuatro compact disc que me traje de Cuba en mi viaje, aparte de unas cuantas botellas de Havana Club de catorce años y una preciosa colección de grabados de artistas de la isla. Con posterioridad he ido completando mi discoteca con otros muchos temas cubanos, algunos más melódicos y otros más rítmicos e incluso ruidosos; porque la música cubana, al igual que el blues, el jazz o la bossa nova, es una síntesis de la tradición musical europea, más melódica en el caso de los países meridionales como España, Italia o Portugal, y la de tradición africana, más rítmica, traída por los esclavos.
Mi estancia cubana se dividió en cuatro ubicaciones: Habana, Santiago, Varadero y un cayo llamado Levisa, en la zona de Pinar del Río, la más occidental de la isla, al cual solo podía accederse en barco. En el cayo existía un complejo de bungalows con dependencias comunes como comedor y salón social. Un grupo de tres jóvenes músicos armados de guitarras y percusión sencilla se encargaba de animar a los turistas, el cual nos recibió en el momento del desembarco con la canción Son de la loma del Trío Matamoros. Había otra canción, desconocida para mí, que solían interpretar con frecuencia. Desconozco su autor. Solo sé que se refería a la bandera del país, y su estribillo era el mismo que el título de este capítulo.
Cuba qué linda es Cuba. Ramon Veloz
Cada noche había actuación del grupo. Les dije que sabía tocar la guitarra, y me admitieron en el show nocturno. Si no recuerdo mal, aquella fue la única actuación “americana” que he tenido en mi vida.
Muchas veces me he acordado de las entrevistas que el ínclito periodista televisivo José María Íñigo solía hacerles a las folklóricas de turno en el consabido programa de las noches del sábado, en las cuales aparecía como tema recurrente que acababan de realizar exitosas giras por diversos países hispanoamericanos. Daba igual que se tratase de Conchita Márquez, de Carmen Sevilla o de Marifé de Triana. A todas ellas se les debía de querer mucho en esos países “hermanos”. Y he pensado que yo también podría decir los mismo con respecto a Cuba, ya que en la susodicha gira me trataron estupendamente. Como turista, y como artista.
Pero por encima de anécdotas de mayor o menor interés, o de disquisiciones más o menos pedantes o eruditas, la conclusión de saqué de Cuba fue doble: por una parte, que su acervo musical es enorme. El antiguo y el reciente: El que pertenece al pasado y el que sigue estando vivo. Al contrario de lo ocurrido en otros países, como por ejemplo el nuestro, donde el mercado del hit parade dominado por la corriente anglo-sajona casi ha monopolizado el gusto musical, en Cuba la tradición sigue viva, y sigue gozando del mismo aprecio que hace treinta, cincuenta o cien años; lo cual es importante también para nosotros, porque en gran medida esa tradición suya es también la nuestra.
Suena en mi aparato de música un conjunto de piezas de piano de Ernesto Lecuona mientras escribo esas líneas. Lecuona se exilió a las Islas Canarias tras la revolución cubana, pero por ello nadie de su país ha dejado de tenerle como propio. Toda una lección para muchos.
Ernesto Lecuona plays Lecuona - Malaguena & Andalucia