Ocurrió en un viaje organizado a través de Alemania. Uno de esos viajes en autocar donde en un tiempo record visitas un montón de localidades; donde suelen hospedarte en hoteles alejados del centro de las ciudades y en los cuales el mes de agosto suele ser temporada baja, porque la clientela del hotel se compone en su mayoría de personal que por razones de trabajo debe desplazarse de su residencia habitual. Supongo que se trataría de abaratar costes y de hospedar a un grupo numeroso; lo que resultaría difícil, por ejemplo, en el hotel Adlon, a un tiro de piedra de la puerta de Brandemburgo.
A nosotros nos tocó una buena parte del viaje alojarnos en un hotel de estilo funcional que estaba rodeado de vías de tren. Es justo hacer notar que Alemania está llena de vías de tren, por las cuales además pasan convoyes con bastante frecuencia. Lo contrario, por ejemplo, que en algunas zonas de España, donde hay pocas vías, y encima cuando las hay resulta harto difícil ver pasar a alguno.
Para visitar Friburgo, en el linde de la Selva Negra, apenas si disponíamos de un par de horas. Además, el tiempo no acompañaba, ya que se trataba de uno de esos veranos alemanes en los cuales suele haber unas inundaciones de aquí te espero. A falta de mejor cosa que hacer, nos metimos en una especie de brocante, donde tuve la suerte de adquirir unos pequeños azulejos árabes de mosaico que venían muy bien como posavasos. La verdad es que era una tienda preciosa. Además, sonaba música de fondo, al parecer puesta por la propia encargada del local.
Quizás pensaréis que soy un pedante, y a lo mejor estaríais en lo cierto. Pero si lo hice fue por cumplimentar a la dueña, pues el que un cliente sepa identificar la música que se oye sugiere que la tendera ha acertado con sus gustos; lo cual, quiérase o no, es todo un cumplido.
- Django Reinhart y Stephane Grapelli.
La respuesta no pudo ser más concluyente:
- ¡Yaaa!
Y si la tendera se sintió agraciada por el cumplido, os digo con toda sinceridad que el cliente tanto o más: escuchar a esos dos músicos es un puntazo. En una tienda o en donde sea.
Django Reinhardt & Stephane Grappelli - Minor Swing
Hay una anécdota, no sé si será o no cierta, que dice que cuando allá por el año 1934 Django y Stephane se reunieron por primera vez, Stephane Grapelli, un urbanita parisino niño prodigio del violín, se quedo un tanto impresionado por el aspecto de malencarados que tenían Django y sus hermanos, como es de sobra conocido de etnia gitana. Hay quien dice incluso que Django nació en un carro de nómadas, en una localidad belga. Lo que sí está documentado es que, a raíz de un incendio accidental ocurrido en un carro de gitanos nómadas, el joven Django sufrió graves quemaduras que le inutilizaron dos dedos de la mano izquierda, lo que no fue óbice para que con los dos dedos restantes hiciera maravillas con la guitarra.
Es indudable que tanto el uno como el otro fueron dos instrumentistas excepcionales. Pero además les corresponde un lugar de honor en la historia de la música universal por haber sido los introductores, y a la vez los precursores, del jazz en el continente europeo.
De los gitanos se han dicho muchas cosas, unas buenas y otras no tanto. De un tiempo a esta parte además han surgido movimientos y organismos en defensa de la comunidad gitana y en contra de la discriminación que, más de una vez, han sufrido y siguen sufriendo. Sin olvidar asuntos más graves, como por ejemplo que, al igual que ocurrió con los judíos, también ellos fueron víctimas del holocausto nazi.
Juan de Dios Ramírez Heredia fue en su día un diputado del Congreso español perteneciente a la etnia gitana. En cierta ocasión tuve la fortuna de escucharle en una conferencia. Entre otras cosas, resaltaba el carácter universal del pueblo gitano, que si bien no tiene un país específico que pueda considerarse como propio, estaba repartido por el mundo. Es decir: que los gitanos, estén donde estén y vivan donde vivan, pertenecen al mismo pueblo. Hablaba también de la lengua romaní, como nexo común de todos ellos y ellas.
No soy yo quien vaya a enmendarle la plana a Juan de Dios acerca del pueblo gitano, y mucho menos a rebatir sus afirmaciones. Pero tras oír la conferencia me llamó la atención que lo que suele denominarse música gitana, al menos por estos lares, viene a ser el flamenco, y poco más.
En el mundo del flamenco, como con casi todo, hay cosas que a uno le gustan más, y otras que le gustan menos. Pero la cuestión es otra diferente: Si, tal y como afirmaba Juan de Dios en su conferencia, el pueblo gitano está extendido por todo el mundo, ¿por qué no se presta mayor atención desde el propio mundo gitano a autores e intérpretes que no cultivan el género flamenco? Y aún más: ¿Por qué no se considera a tales músicos como algo propio?
Taraf De Haidouks - Balkan Gypsy Folk Music
Ducho Balvaio (Instrumental) - Taraf de Haïdouks
He hablado de Django, del cual me considero un gran admirador, tanto por su competencia musical como instrumentista y compositor como por haber cambiado la historia musical del continente europeo. Pero el suyo no es el único ejemplo que merece la pena resaltar: Taraf de Haïdouks en un grupo originario de una remota comarca de Rumanía, mundialmente famoso. Combina música originaria “gitana” de su zona con jazz. No he tenido la suerte de verlos en directo, aunque sí de escuchar grabaciones y vídeos. Incluso aparece en una película comercial titulada The man who cried, animando una boda gitana cuyos contrayentes eran nada menos que Johnny Depp y Cristina Ricci, a quienes acompañaban en el reparto entre otros Cate Blanchett y John Turturro.
La Fanfaria Ciocarlia es otro grupo rumano de músicos de etnia gitana. Tal y como su nombre indica, formado por instrumentos de viento y de percusión. Al igual que el grupo mencionado antes, estos también son famosos. Y aparte de esto, interpretan una música marchosa a tope.
Fanfare Ciocârlia - Asfalt Tango
Wonderlust King (Official Video) - Gogol Bordello
No faltan tampoco intérpretes de etnia gitana que cultivan otros géneros de música, incluso el rock moderno. En este género tenemos otro grupo mundialmente famoso: Gogol Bordello. Incluso la filmografía del director serbio Emir Kusturica, del que recuerdo haber visto la película “Gato negro gato blanco”, creo que tiene bastante que ver con la música de inspiración gitana.
Estoy seguro de que se podrían encontrar muchos más ejemplos de intérpretes de etnia gitana que cultivan diversos géneros musicales aparte del flamenco. Mi erudición no llega para mucho más. Pero hablando del flamenco, si alguien está interesado le recomiendo acceder a la página web Flamencópolis, gestionada por el musicólogo Faustino Núñez. Es una opción perfecta para conocer el flamenco en toda su dimensión.
Django Reinhart, como he dicho, representa un hito en la historia del jazz. Es natural por ello que haya sido recordado y homenajeado por otros intérpretes posteriores. El cuarteto The Modern Jazz Quartet, formado por vibráfono, piano, contrabajo y batería, compuso un tema denominado Django, escrito en su honor. Activo en los años sesenta y setenta del siglo veinte, cultivó un estilo que se denominó Cool jazz, algo así como jazz frío. No sé si por afinidad con lo de frío o por alguna otra razón, se trata de uno de mis conjuntos de jazz favoritos, si no el que más. Tengo varias grabaciones de ellos, entre las cuales me quedo con el registro en directo de un concierto que dieron en Estocolmo en 1960.
El tema dedicado a Django abre la lista de números. No obstante, mi favorito es otro, un standard titulado Skating in Central Park. Al contrario de lo que es habitual en los temas jazzísticos, mantiene un ritmo ternario, que además el grupo acentúa confiriéndole un aire de vals que, tratándose de jazz, resulta cuando menos sorprendente. Sea por el estilo cool del grupo, por el título o por la razón que fuera, es un tema que inspira frío. Pero una especie de frío que, en lugar de resultar molesto o agresivo, resulta agradable, irreal incluso. El frío “alegre” que siente un conjunto de personas patinando en el lago del Central Park de New York cuando, en invierno, este se hiela.
Django - The Modern Jazz Quartet
Skating in Central Park - The Modern Jazz Quartet
De una u otra forma, el frío suele asociarse con la muerte. A mí también me ocurre. Por eso la canción de los patinadores del Central Park me sugiere que, en el mundo helado que nos espera tras a muerte, no por ello debe imperar la tristeza, el desánimo o la amargura, sino que también pueden tener cabida otras sensaciones mucho más gratificantes.
Algo parecido a esto me ha ocurrido también en Estocolmo, donde se encuentra la iglesia a mi juicio más bella de todas las que he visitado en mi vida. Está situada encima de un pequeño promontorio, y se caracteriza por sus formas verticales, rematadas por una estrecha torre. Es obra del arquitecto Lars Israel Wahlman, y se llama Engelbrektskyrkan, es decir, iglesia de Engelbrekts, el cual debió de ser un héroe nacional sueco del siglo XV. Se terminó de construir en el año 1914, y está hecha en estilo romántico nórdico, que viene a ser el equivalente escandinavo del Art Nouveau francés o del Modernisme catalá. Además, en el Museo de la Arquitectura de la ciudad, junto a otros edificios notables, existe una maqueta de la iglesia. Con un estupendo órgano, y una capacidad de 1.400 personas, aparte de lugar de culto es una auténtico referente como sede de conciertos.
A pesar de que mis visitas a Estocolmo han sido siempre en verano, más de una vez me la he imaginado en pleno invierno, por ejemplo con el público acudiendo a la misa de gallo de medianoche. En un libro de visitantes situado en al hall de la iglesia, escribí que una de las cosas que me gustaría hacer después de morirme era quedarme al lado del la puerta de entrada, observando a la gente que, enfundada en sus abrigos, acude a la citada misa. Escribí también que, al estar muerto, la gente no me vería.
Matteuspassionen i Engelbrektskyrkan 100 år – 6+7 april 2023 i Engelbrektskyrkan
Al igual que con los patinadores de Central Park, también esta escena “fría” imaginada por mí inspira cierta tristeza, pues el que no te vean supone que estás abocado a una soledad que, en el caso de la muerte, va a ser permanente. Y la soledad, a la larga, siempre acaba resultando triste. Puede que esa sea la razón por la cual muchas religiones te plantean que después de muerto vas a estar en compañía de otros seres, sean humanos o sobrenaturales. Y quizás también ese miedo a la soledad de la muerte sea el motivo por el que muchas personas se aferran a una interpretación “social” del más allá, propuesto, con distintas variantes, por la mayoría de las religiones al uso.
Nadie sabe lo que nos espera después de la muerte, por mucho que, atendiendo a la más estricta constatación objetiva, lo único seguro es que nuestro cuerpo se va a reciclar, bien sea convertido en cenizas o en componentes de la tierra. Pero si nos referimos al aspecto subjetivo de las personas, lo que unos llaman alma y otros de cualquier otra manera, pues vaya de antemano que me gustaría que mis allegados me despidieran haciendo sonar la canción de los patinadores del Central Park en la grabación en directo del concierto que el Modern Jazz Quartet ofreció en Estocolmo en 1960.
Y si cuando vaya a la entrada de la iglesia de Engelbrekts a ver cómo la gente acude para la misa de gallo me entra la congoja, siempre tendré el consuelo, dado que la muerte es para siempre, de acudir el verano siguiente a una playa del Caribe.